EL AMANTE
ISBN 978-987-29090-2-4
FRAGMENTO DEL PRÓLOGO
En El Amante, Lucho Ponce, “el obrero
del arte”, nos presenta esos conceptos. En un corpus de 33 estrofas, nos define
quién es el mejor amante. Y más aún, quién es ese “amante necesario”.
Y pienso al releerlo: ¿33, no es un
número perfecto? Porque es la edad de Cristo, símbolo del amor incondicional.
Entonces, ¿dónde encontraremos ese amor? Y más aún, ¿quién es capaz de entregar
ese amor de manera ilimitada y absoluta? Y es en ese momento cuando Lucho, a
través de sus versos, nos da la respuesta a esos interrogantes y nos transporta
a ese mágico mundo del sentimiento profundo, verdadero, puro, erótico…
necesario.
Esta celebración del amor se realiza a través de
un lenguaje sencillo a veces, y otras sobrecargado, artificial y rebuscado. Los
besos se transforman en un elemento recurrente, y el lenguaje transita por diferentes
registros según la evocación del amor, la emoción y los sentimientos del poeta.
Así, podemos contraponer la estrofa 5, de lenguaje sencillo, llano y preciso, frente a la estrofa 4, en la que se
advierte el uso de epítetos, con resabios románticos.
Dejando de lado un análisis de estilo, El Amante provoca en quien lo lee, esa sensación de felicidad,
de plenitud, de goce íntegro, porque ¿quién no ha querido, alguna vez, ser
amado/a de esa manera, con tanta entrega y tanta pasión?
Desde la tarea diaria (“Soy el que te ceba matecitos con poleo”) hasta
el éxtasis absoluto (“enciende tu lujuria
con su boca”), el yo lírico despierta una multiplicidad de sensaciones:
ternura, gracia, alegría, dolor… hasta el amor, y las mejillas se sonrojan al
descubrir que todo ese lenguaje erótico provoca otras sensaciones, que sacuden
la piel.
Encontramos, entonces, el amor perfecto,
y el amante necesario para hacerlo pleno. Ojalá encuentren ustedes, como yo, la
celebración del amor en estos versos.
Nélida Miriam Robledo
Palpalá, Jujuy